Por encima de …
El consumo colaborativo, la compartición de recursos entre pares utilizando aplicaciones y servicios de internet, es algo que se viene anunciando hace tiempo como la siguiente disrupción social. Un augurio ciertamente exagerado a lo que es una mera evolución del comportamiento de consumo, propiciado sobre todo por la caducidad del modelo económico tradicional.
La otra razón que lo propicia es la disponibilidad de herramientas de comunicación que permiten a los usuario ofrecer de forma universal cualquier mercancía o servicio, duplicando el papel de los consumidores en productores. Si repasamos los cambios recientes en internet veremos que el paso es una evolución natural desde la comunicación personal (email); la auto publicación de ideas (blogs); la compartición digital (redes P2P); la agrupación de usuarios (redes sociales) y finalmente (por ahora), la economía compartida.
Cada uno de estos no ha sido tanto un cambio de paradigma como una capa más en una matrioska que no para de crecer. Y cada muñeca nueva ha dejado en la caja de los juguetes rotos a alguno de nuestros favoritos. De forma gruesa podríamos señalar: la mensajería al correo postal; la publicación digital de contenidos a la prensa; las redes sociales al sensato contacto humano, ;-), etc. …
El caso más significativo sería el de las redes P2P, que en primer lugar derribaron los mercados tradicionales: el consumidor quiere música, no discos, quiere imágenes no cintas de celuloide, etc. Sin embargo, se han creado otros modelos de negocio, en conjunto menores, pero más concentrados en un solo distribuidor: Netflix, iTunes, etc.
Ahora la economía colaborativa se ve como una amenaza a “mercados” tradicionales que o bien por una sobrerregulación o bien por un excesivo control de la escasez se ven sorprendidos por competidores inesperados que solo recogen las mejores piezas del huerto y que no requieren invertir ni en intermediarios ni en el prestador final del servicio. Sin embargo para realizar su apuesta a nivel global, reciben un gigantesco apoyo económico entre sus inversores, llegando a valorar las “start-up” en once cifras. Son los casos paradigmáticos de Uber en el mercado del transporte urbano y AirBNB en el del alojamiento turístico.
La acogida entre el público está siendo diversa. Los directamente afectados lo reciben con dolor. Los que se vieron afectados en los otros cambios y anunciaron anteriores Apocalipsis, con socarronería, sobre todo entre los comerciantes de propiedad intelectual. El público que se beneficia y cierto sector tecnológico lo recibe con un entusiasmo quizá excesivo.
Se puede ver también con cierto descreimiento, una posición intermedia entre el ‘dejà-vu‘ de “esto ya lo he vivido” y la expectación de “estos no se van a parar aquí”.
La oferta de alojamiento se basa en utilizar infraestructuras (casas particulares) con un fin diferente (alojamiento temporal), sin tener que abrir un hotel. Esto en muchos países y épocas ya se ha vivido con las fondas, pensiones y casas de huéspedes, ahora es global.
El caso de Über y de otras iniciativas, pudiera parecer similar, ofertando el vehículo particular en lugar de la vivienda habitual. Sin embargo hay una perspectiva diferente si pensamos que el objetivo final es convertir en digital el movimiento de materia (personas y mercancías) del mundo 1.0. Llevando un paso más allá lo que anticipaba Negroponte
En el periodo de juego actual, los taxistas humanos están siendo sustituidos por humanos no-taxistas que responden a la llamada de una App, comportándose como unas piezas de software en el funcionamiento global.
¿Cómo será este sistema cuando se despliegue la conducción automática?
En ese caso el taxi, será un periférico informático, más parecido a una impresora que a un servicio público. Una pieza de hardware necesaria para llevar la materia.
Casos análogos son las iniciativas para el transporte de mercancías mediante drones u otros artefactos voladores de Amazon, Google o Facebook
Esto no es economía colaborativa sino la búsqueda de un nuevo monopolio. El cambio más significativo que provocará esta automatización no será la visión de un futuro que se reflejaba en la ciencia ficción clásica, sino la exclusión de participantes en la economía. Las personas ya no seremos productores o prestadores de servicios, como los transportistas actuales, sino únicamente consumidores. Quedando además excluidos de toda iniciativa por los elevados requerimientos para la implantación de sistemas autónomos, las corporaciones que lo inician tendrán una ventaja competitiva quizá insalvable. Algo que ya ha ocurrido en varios ciclos con las Telecos. Y esto NO es economía colaborativa.
¿Y entonces qué? Parece que pintar un panorama tan distópico nos lleve a rendirnos antes de pelear. Pues no, todavía hay opciones.
Quienes promueven un sistema como este, tienen una ventaja medida, los sistemas actuales son predecibles. Por ejemplo, los taxistas se mueven en un entorno claramente regulado de licencias, horarios, tarifas, zonas, trayectos, paradas, etc. En definitiva, es un producto diseñado de forma absolutamente estática. Estos parámetros se repiten con variaciones en su intensidad en casi todas las ciudades del mundo. Cualquier filólogo tiene taxi en su diccionario. En otro entornos sucede algo parecido, mercados muy establecidos con poco margen de maniobra, da igual que sea un tomate que un hotel.
Si hay algo que nos gusta en Europa, es regularlo todo. Lo alegal, se considera malo. Así que creemos más y más normas.
Esta bien, quizá sea esa la solución. Pero no hagamos normas estáticas. Respondamos a la realidad cambiante. Hemos perdido de vista cual es el servicio básico (transporte, alojamiento, servicios, …) para ser engullidos por horarios, tarifas, licencias, colegios profesionales, …
Las próximas aplicaciones habrán de alimentarse de un Gobierno Abierto, no solo de Datos Abiertos.
Si algo nos enseña este modelo colaborativo es que recibimos y ofrecemos lo que somos y lo que hacemos, que de nada sirve controlar la escasez de los demás porque los demás somos nosotros.
[Bonus track] Los días 9 y 10 de octubre en Gijón,Anĉovoligo: Más allá de la «Sharing Economy
Estoy flipando con el Amazon Prime Air video! Ahora bien, con lo que les gustan las armas en USA, ya verás que poco duran esos drones, jejeje
Un estupendo aperitivo!
El enlace al encuentro que está preparando La liga de la anchoa no funciona!
Corríjamelo, hombre!
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