Financiando la Smart City: mirar hacia Europa o bailar la danza de la lluvia
Aprovechando que hoy estamos en Barcelona en el evento de la plataforma de colaboración público privada (PPP) para “Internet del futuro – Future Internet”, plataforma financiada por la Unión Europea para construir soluciones de smart city, creemos oportuno hablar del horizonte de financiación para los proyectos de ciudad inteligente que nuestras ciudades necesitan para mejorar su eficiencia y calidad de vida.
No es casualidad que Barcelona organice este evento en paralelo al Mobile World Congress, pues su posicionamiento de cara a obtener financiación europea es la de la capital “Mobile”. No nos cabe duda de que, gracias al éxito del Mobile World Congress y a la propia capacidad innovadora de la ciudad, lo van a conseguir.
Y es que la mayoría de las ciudades estamos mirando ya hacia Europa para conseguir el dinero necesario para continuar con nuestros proyectos o para abordar proyectos nuevos. Pero este proceso, el de la obtención de financiación europea, no es un proceso fácil para una maquinaria municipal que tiene dificultades para soportar cambios bruscos de funcionamiento.
Hasta el año 2007 o 2008, la financiación de los proyectos de ciudad se realizaba mayoritariamente con fondos propios, en base a presupuesto municipal. También era frecuente contar con alguna ayuda, subvención o préstamo a tipo bajo por parte de alguna institución del estado. En 2009 y 2010 la situación cambió radicalmente, llovieron literalmente millones gracias, primero al fondo FEIL 2009 (de propósito genérico de fomento del empleo), y luego al fondo FEESL 2010 (más centrado en los proyectos de innovación y sostenibilidad). Durante esos años, cada ciudad aprovechó para realizar más o menos inversiones en infraestructuras pero, y de ello no nos cabe ninguna duda, cuando se analice con perspectiva se verá que fueron buenos años, en general, para el avance de los proyectos de ciudad inteligente en España. De hecho, ambos años sentaron las bases a nivel de infraestructuras de cualquier desarrollo posterior de ciudad inteligente.
En 2011 la cituación cambió radicalmente. En plena crisis de deuda, y restringido el endedudamiento municipal, cualquier inversión fue cortada de raíz. 2012 fue todavía peor, con los ayuntamientos presentando planes financieros a 10 años al estado con compromisos draconianos de reducción de déficit, de deuda y, en ocasiones, también de personal. 2013 nos ha deparado una Ley de Bases de Régimen Local que aún constriñe más la capacidad de los ayuntamientos para ocuparse de materias tan “de ciudad inteligente” como el empleo o la educación.
En estas condiciones, orientar la proa a Europa es la única opción viable para que la ciudad pueda, no ya mejorar, sino al menos mantenerse. No es sencillo; hace falta ir creando, prácticamente de la nada, una estructura de proyectos interna, con gente que hable idiomas, dispuesta a trabajar en ello prácticamente en sus horas libres (las reducciones de personal hace que la mayor parte de los puestos clave en las organizaciones estén saturados de trabajo). Hay que realizar un esfuerzo de alineamiento interno, pues si antes podíamos permitirnos que cada departamento contase con un presupuesto para inversiones en sus proyectos, ahora la fuerza es la integración. Un alineamiento que ha de ir de dentro afuera: alineando primero la visión interna, para luego buscar integración con las administraciones regionales y nacionales, con las universidades y centros tecnológicos del entorno, con grandes empresas que puedan también sumar músculo financiero y con pequeñas empresas que aporten soluciones específicas.
También supone un esfuerzo de motivación para que, aquellos que ante una dotación presupuestaria ínfima bajan los brazos, vean alguna luz. Finalmente, hay que “vender”. Crear una marca en Europa, ante la Comisión y ante otras ciudades y socios, ya que la financiación europea es también una cuestión de alianzas. Para ello las ciudades tenemos que ser reconocidos como especialistas en algo concreto: la ciudad verde, la ciudad móvil, la ciudad de código abierto. Todo un cambio de mentalidad.
Como se ve, no se trata de una tarea fácil, pero las ciudades nos vamos moviendo. No queda otro remedio. O eso, o seguir bailando la danza de la lluvia.
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