Nuevas Universidades *
He terminado estos días un curso a través de una de las plataformas de educación online creada en los últimos años por algunas de las universidades más prestigiosas del mundo. Mi primera experiencia formativa de este tipo ha sido bastante satisfactoria. Creo que este modelo añade todo un conjunto de mejoras sobre lo que personalmente conozco de la universidad tradicional. Entre ellas, el hecho de que son varios miles los participantes en un curso, distribuidos por los cinco continentes; la facilidad para obtener unos apuntes impolutos y con sentido, gracias a los videos online de las clases; la existencia de un vibrante foro de discusión sobre los contenidos temáticos y los retos planteados en la asignatura, que amplifica enormemente la capacidad para poner a prueba los conocimientos que uno va adquiriendo, corregir errores y acceder a más información y puntos de vista novedosos; el hecho de que uno de los profesores de la asignatura es premio Nobel de física.
Una persona con acceso a internet puede hoy fabricarse un curriculum educativo “verificado” a medida, cursando asignaturas en los principales centros de conocimiento de todo el mundo, explicadas por profesores de relevancia mundial que lideran sus respectivos ámbitos de investigación, y todo ello con un coste despreciable si lo comparamos con lo que supone, en el mejor de los casos, una carrera universitaria convencional.
Si admitimos que, la evolución y extensión de este tipo de “sistemas de educación” puede suponer una drástica caída de las barreras económicas y operativas de acceso a formación de primer nivel internacional veremos amplificado el peso del factor “relevancia del curriculum investigador” de los profesores y de los centros universitarios, y probablemente, una reorganización drástica del mapa universitario a nivel mundial.
Alguien podría apuntar que este modelo no sirve para carreras eminentemente prácticas, pero no olvidemos que este reto también existe, y de forma mucho más gravosa, en el modelo de una universidad por provincia que ya conocemos. En todo caso, no es descabellado pensar que el futuro traerá soluciones prácticas a la deslocalización de la formación, quizá en forma de “hubs” distribuidos y conectados, capaces de asumir la praxis necesaria en determinados estudios.
Si este escenario futuro es plausible, deberíamos pensar también que las ciudades con universidad verán como se levantan ante sí nuevos retos y oportunidades por igual. Por ejemplo, habrá una acuciante necesidad de especialización para competir en un mercado que deja de estar fundamentalmente ligado a lo “físico”. También, la asociación entre diferentes universidades de todo el mundo será esencial para consolidar esa hipotética estructura reticular de hubs o infraestructuras de conocimiento a la que hacíamos mención.
Creo que estudiar en el campus de Cambridge(MA) tiene que ser una experiencia formidable, y que la potencia del lugar sigue siendo importante para una Universidad. Aunque quizá no lo sea tanto en el futuro si somos capaces de desmaterializar de forma efectiva, además del conocimiento, que ya lo está, todo un “proceso” educativo con sus redes personales incluidas.
No me malinterpreten. Más que profetizar (que soy muy malo), pretendo reflexionar sobre el futuro de la educación en un mundo fuertemente conectado.
(*)Nuevas Universidades es uno de los ingredientes del decálogo para la SmartCity de Carlo Ratti