Gobernanza inteligente para el siglo XXI
Hoy, cuando las formas de democracia que venimos practicando en occidente se cuestionan con intensidad desde todos los extremos de la política, Gobernanza inteligente para el siglo XXI es un libro más que pertinente, que resulta provocador desde sus primeras páginas, pero sobre todo, como apunta Felipe González en su prólogo, es un libro para pensar.
Los autores, Nicolas Berggruen y Nathan Gardels, examinan y contraponen dos modelos de gobernanza, el de China y Estados Unidos, en un momento de la historia en el que se viene produciendo un desplazamiento de poder hacia los países emergentes. Éste proceso liderado por China se denomina globalización 2.0, y su característica principal es la “convergencia económica global aparejada con la diversidad cultural -interdependencia de identidades plurales-”. Berggruen y Gardels concretan, a partir de un ejercicio de imaginación política, un diseño institucional denominano democracia constitucional mixta que pretende incorporar lo mejor de oriente y occidente.
El dilema inicial planteado y que aparece con diferentes enunciados a lo largo de todo el libro como un leit-motiv, viene definido en un extremo por la “democracia consumista estadounidense”, y en el otro por el “mandarinato moderno Chino”.
El primero es considerado un sistema decadente y cortoplacista, apoyado en la suma de voluntades (votos) individuales, de tal manera que tiende a que los individuos sólo piensen en sí mismos, fenómeno éste potenciado por la revolución tecnológica. Es, además, extremadamente vulnerable a los grupos de presión, y en ultima instancia, una forma de gobierno en la que el medio es el fin en sí mismo. Una cita de una de las referencias neocon Francis Fukuyama, lo resume de este modo: “en Estados Unidos la democracia liberal se ha corrompido hasta convertirse en una vetocracia disfuncional”.
El segundo mecanismo de gobernanza, el Chino, inspirado en el “gobierno pragmático de élites eruditas y experimentadas (los mandarines), se basa en el mérito y no en la elección pública”, y por ello es estructuralmente más adecuado para desarrollar y mantener una visión que prime el interés general a largo plazo. Por contra, se trata de un sistema cuyos problemas más acuciantes son la corrupción y la falta de libertades individuales.
Felipe González, en una nueva cita, plantea el dilema de forma sucinta y precisa: “la cuestión es cómo tener un liderazgo político que tenga metas a medio y largo plazo, con un público más espontáneo, activo y diverso”. O de otra manera, “cómo equilibrar las actividades de la autoridad política (ontogenéticas) con las reacciones filogenéticas autoorganizadas carentes de capacidad de previsión (ciberespacio)”.
Aunque podría pensarse, por lo enunciado en los primeros capítulos, que los autores propugnan un modelo de gobernanza como el Chino, en realidad la solución propuesta pasa por un democracia constitucional mixta “que combine la participación activa de los ciudadanos … con elecciones democráticas legislativas y presidenciales que a su vez deleguen autoridad mediante nombramientos selectivos a instituciones meritocráticas independientes. Como mecanismo final de control sobre el poder, el electorado se vería habilitado a través de referendos periódicos destinados a evaluar las políticas gubernamentales”. Éste electorado, según los autores, debe ser necesariamente activo e informado y debe tomar responsabilidades en la toma de decisiones que le compete (analizándose el hecho fuertemente controvertido de la calidad del votante en función de su capacitación) en una determinada cuestión.
A partir de estos enunciados, se desarrollan de forma pormenorizada los diferentes elementos que compondrían este ensayo democrático y sus interacciones para, a continuación, plantear una adaptación de tales principios a tres contextos bien diferentes: California, el G20 y Europa.
Como parte del armazón conceptual desarrollado en el libro, también podemos encontrar munición intelectual para los que entienden que la ciudad, lejos de ser el problema, es parte sustancial de la solución a nuestros problemas. Así, se plantea la paradoja en la que, por un lado, los mecanismos de crítica constructiva que son amplificados por la tecnología y por el hecho urbano de conectividad intensa, pueden contribuir a que la autogobernanza se vuelva más inteligente; pero por otro lado, ésta amplificación individual de cientos de miles o millones de veces bajo la condición megaurbana, puede acabar alejándonos del interés general.
Por ello se anticipa la necesidad de incorporar un software cívico a las ciudades, “que equilibre individuos empoderados, redes sociales e instituciones que filtren las decisiones motivadas por intereses personales a corto … un software cívico que haga de contrapeso entre el individuo y la comunidad (de nuevo el dilema) a través de delegación de poder, participación y división en la toma de decisiones”. Este software cívico debe equilibrar la identidad local y la interdependencia global, teniendo en cuenta que las ciudades son los centros globales donde han de resolverse aquellos problemas que son a la vez demasiado grandes y demasiado pequeños para el Estado-Nación, puesto que las ciudades pueden adoptar medidas estratégicas más efectivas, por ejemplo en cuestiones de cambio climático. Como apunta George Yeo, “la revolución de la información va a transformar las ciudades en unidades de poder más eficientes, como fueron las grandes ciudades-estado de Europa y China”. Por tanto, no sólo pensaríamos en una traslación de poder de decisión a ciudadanos motivados y capacitados, sino que, en otra dimensión, la de la organización del estado, sería igualmente necesario delegar poder a ámbitos de decisión más próximos a los problemas. Cuestión clave ésta, además, para lograr una legitimación de la gobernanza que resulta esencial: “la legitimidad arraiga en la proximidad”.
Gobernanza Inteligente para el siglo XXI es una reflexión sobre los desafíos de la democracia desde una perspectiva novedosa y hasta cierto punto radical, pero también una propuesta concreta de sistema de gobierno que no dejará indiferente a nadie.
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