II Jornadas Smart Zaragoza: “Yes we platform”
Ayer celebramos una interesante jornada sobre smartcity en la que analizamos desde muy diferentes perspectivas los retos de Zaragoza en su camino hacia la “Sociedad del Conocimiento”. Permítanme que utilice con cierta nostalgia esta antigua etiqueta para referirme a todo un conjunto de iniciativas llevadas a cabo desde múltiples ámbitos de la ciudad con el objetivo de modernizarse, ser más competitiva y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En definitiva una actitud de toda la sociedad frente a unos retos que no han cambiado sustancialmente desde hace muchos años, aunque sí la manera de referirse a ellos y su presencia en el imaginario colectivo.
Así, ayer se trató sobre las oportunidades de una ciudad como laboratorio urbano en su recorrido modernizador, la presencia perenne de la sostenibilidad medioambiental en los proyectos de ciudad auspiciados por la Unión Europea, las posibilidades del CrowdFunding como nuevo mecanismo de financiación de proyectos de innovación, o la incuestionable relevancia de “lo digital” en la gestión de la SmartCity.
Me extenderé en esta última parte, donde tuve el placer de moderar una intensa mesa redonda muy enfocada en las denominadas “Plataformas SMART”, compartiendo puntos de vista desde la posición técnica de la ciudad como de las empresas que las suministran e integran. El panel, de lujo, contó con las aportaciones de Ramón Ferri-Jefe del departamento TIC del Ayuntamiento de Valencia, Pere Comas-Arquitecto del CityOS del Ayuntamiento de Barcelona, Ricardo Aguado de INDRA (Sofia) y David Johera de LOGITEK (Wonderware).
Sin entrar en los detalles particulares de las intervenciones, resumo algunas de las ideas que sobrevolaron la sesión y que me parecen más relevantes:
En primer lugar, aunque la SmartCity es fundamentalmente un reto organizativo, exige llevar a cabo un importante esfuerzo inversor en tecnología, de ahí que los departamentos TIC de las ciudades sean las cenicientas de este proceso cuya financiación está siendo acometida directamente a partir de presupuesto público, contando, en el mejor de los casos, con ayudas europeas.
En segundo lugar, las soluciones verticales o departamentales existen y seguirán existiendo por muchos años. Sin embargo, la necesidad de integrar diferentes “vendors” con un lenguaje común que permita compartir información, también ontologías, y la exigencia de almacenar y explotar volúmenes ingentes de data, hacen necesario contar con nuevas soluciones TIC de las que no disponemos todavía en las ciudades. Ello ha propiciado la eclosión de plataformas Smart modulares de múltiples fabricantes, lo que supone un importante nicho de nuevo negocio que se prevé fragmentado y donde tienen cabida los grandes y las pymes.
En tercer lugar y consecuencia de lo anterior es la exigencia de apostar por soluciones tecnológicas que sean abiertas e interoperables, lo que seguramente no evitará que las ciudades desarrollen una fuerte dependencia de proveedores de tecnología e integradores.
Por último, quedó sin comentar (por falta de tiempo) una cuestión que está adquiriendo fuerza últimamente. Se trata de la extraordinaria capacidad que tienen determinadas grandes empresas para, apoyadas en el análisis de los datos personales que generan sus clientes (se supone que convenientemente anonimizados), conocer lo que está pasando en la ciudad en cuestión de tráfico, flujos de personas, consumo o turismo, con una precisión muy superior en algunos casos a la que pueden obtener los ayuntamientos con medios propios.
Esto nos lleva a plantearnos si los Uber, Google, Operadores, Utilities o Bancos amenazan la preeminencia tradicional de la ciudad en la generación y posesión de información en tiempo real sobre su funcionamiento, y si a partir de ahí se vislumbra otro cautiverio tecnológico en terreno propio, esta vez sobre el dato.
Habrá que ver cómo debemos reaccionar frente a la entrada de estos nuevos jugadores, o si podemos pensar en escenarios en los que se pueda compartir información de igual a igual en un contexto muy preliminar, en el que, por el momento, sólo las administraciones publican datos en abierto.