Una no conferencia sobre Smart Cities
En 1952 la Universidad de Harvard invitó al poeta E.E. Cummings a pronunciar un ciclo de conferencias sobre la creación artística, un acontecimiento que recoge un libro titulado “Yo: seis no conferencias”, en las que el autor expresa su punto de vista sobre este complejo asunto desde el único asunto en el que se considera experto: su propio yo.
El 25 de Septiembre de 2014 fuimos invitados a una mesa redonda en Majadahonda con motivo de su “Smart Week”, un evento que combina una nutrida sucesión de conferencias y seminarios durante la semana con un interesantísimo programa de actividades creativas y tecnológicas para chavales y familias durante el fin de semana.
Compartíamos escenario, además de con los compañeros de Majadahonda, con el Ayuntamiento de Bristol, la ciudad italiana de Rovereto, así como con representantes de Tecnalia y la Universidad de Deusto. Todos los participantes llevábamos dos días encerrados en intensas reuniones para progresar en el proyecto europeo IES-CITIES (“Internet Enabled Services across Europe), en uno de cuyos recesos los organizadores de la Smart Week habían decidido hábilmente encajar nuestra participación en la mesa redonda. La vorágine de esos dos días había hecho imposible hacernos una idea precisa de la estructura y tema de nuestra mesa redonda. Sentados en primera fila minutos antes de empezar, y dado el retraso que el evento iba acumulando, sospechábamos que, fuera cual fuera el contenido, no tendríamos más tiempo que para una breve intervención.
Lejos de constituir un problema el hecho de que no supiéramos de qué se suponía que debíamos hablar, pensamos que podía ser una buena oportunidad para, como Cummings, hablar de lo que nosotros mejor conocíamos, nuestra ciudad o, mejor dicho, nuestro trabajo en relación a nuestra ciudad o, mejor aún, nuestras propias reflexiones en relación a nuestro trabajo en nuestra ciudad. Después de todo, Cummings tenía razón: con la vastedad de conocimientos, proyectos y tecnologías sobre las Smart Cities, nadie se puede considerar experto. Solo podemos aspirar a contar lo que pensamos y hacemos, y que cada cual con ello se las componga.
En la carpeta que los organizadores nos habían facilitado al entrar fuimos escribiendo apresuradamente el guión de nuestra no conferencia.
Smart cities, qué atrevimiento
No estamos seguros de que se pueda considerar realmente inteligente utilizar de forma masiva la tecnología para resolver los problemas que las ciudades tienen hoy en día. Inteligente fue resolver, en tiempos romanos sin voltios ni bits, el problema de abastecimiento de agua potable en las ciudades. O, cuando no dominábamos la producción de watios, ser capaces de refrescar los patios árabes a base del efecto adiabático que produce la evaporación de agua en las plantas. O la conservación y almacenamiento de alimentos miles de años antes de que la tecnología “no frost” llegase a nuestros electrodomésticos.
¿Cuál es verdadero problema que las Smart Cities han venido a resolver?
De la lectura atenta de William J. Mitchell, pionero del concepto Smart City, y de Jane Jacobs, quien las anticipó con 40 años de antelación, llegamos a la conclusión de que, en realidad, las Smart Cities no resuelven ningún problema nuevo, sino que son una solución transitoria a un problema bien viejo: ¿cómo permitir que más gente (todavía) viva en las ciudades? Se trata del mismo problema que resolvieron los romanos con el acueducto, o nuestros antepasados de principios de siglo con las redes de saneamiento. Ambas fueron tecnologías que permitieron que miles de personas vivieran lejos del acceso al agua potable, en el primer caso, y que decenas o centenares de miles de personas pudieran compartir un reducido espacio y verter los detritus sin que la mortandad de las epidemias, con certeza probabilística, constituyeran un límite al crecimiento poblacional.
¿Resolverán las Smart Cities “el problema”?
Como el acueducto y la red de vertidos, las Smart Cities tratan de resolver el obstáculo que la contaminación, la movilidad y la energía representan para el crecimiento indefinido de las ciudades. Porque a estas alturas de la película histórica, deberíamos habernos dado cuenta de que la urbanización del planeta es imparable, lo cual es, por otra parte, lo mejor que nos puede pasar con 7.000 millones de habitantes y unas previsiones de crecimiento de la población mundial asombrosamente exponenciales. Como nota al margen, señalemos que algo muy poderoso tienen las ciudades para tener semejante capacidad de atracción para el ser humano, algo conectado probablemente con elementos muy primitivos de nuestro yo.
Evidentemente, las Smart Cities no resolverán para siempre el problema, pero quizás lo alivien para unos años, o quizás para unas décadas, quién sabe. Es decir, las Smart Cities, en su versión tecnológica y en el mejor de los casos, se limitarán a pasar la pelota de la urbanización del planeta a la siguiente generación, que deberá asimismo buscar sus propias soluciones. ¿Pasarán estas por la tecnología?¿O más bien por una planificación urbana inteligente?¿Será el “cómo vivir en la ciudad” materia de enseñanza en las escuelas para que sean los propios ciudadanos los que, con sus preferencias de habitabilidad y de hábitos de vida, configuren la oferta urbanística y cuiden de la energía y el medio ambiente?
Estas reflexiones, inconexas y con mala letra, son las que garabateamos en la carpeta de la Smart Week Majadahonda mientras aguardábamos para intervenir. Pero llegó nuestro turno de palabra y sólo acertamos a dar un par de breves fogonazos sobre la transformación que nuestra ciudad está experimentando, y sobre el papel que la tecnología está llamada a tener en dicha transformación. Antes de que nos diéramos cuenta, nuestra primera no conferencia había acabado, y ni siquiera la habíamos llegado a pronunciar.