El código abierto, al auxilio de las “smart cities”
En los próximos tiempos vamos a empezar a tener respuestas a la pregunta clave en el ámbito de las ciudades inteligentes: ¿es sostenible la ingente cantidad de tecnología desplegada en los últimos años en nuestras llamadas “smart cities”?
La respuesta la vamos a empezar a conocer a lo largo de este año, por ejemplo, en España. Muchas de las infraestructuras tecnológicas que se desplegaron en nuestro país con la financiación de los planes de estímulo fiscal de 2010 y 2011 (los llamados “planes E”, que inyectaron 13.000 millones de Euros a las ciudades españolas para la realización de obras de infraestructuras, estando una significativa parte de ellos destinada a innovación, especialmente en el Plan E de 2010) están a punto de terminar su periodo de garantía. A este respecto, cabe señalar que la mayor parte de los proyectos de infraestructuras de innovación disponían de un periodo de garantía y mantenimiento de 4 años, periodo que, de aquí a 2015, habrá vencido en la inmensa mayoría de los casos.
Las ciudades españolas van a tener que afrontar, a corto plazo, importantes desembolsos presupuestarios para mantener edificios, obras de diversa índole, redes, sistemas y software. En un contexto de extrema penuria de las arcas públicas (especialmente municipales) está por ver si están financieramente preparadas para ello, y tampoco es previsible que los menguantes efectivos municipales puedan hacerse cargo de las nuevas infraestructuras. Recordamos que, por ley, en España está muy restringida para las ciudades la renovación de sus plantillas de empleados, al menos hasta el año 2023.
En Europa (también en España), muchos proyectos de ciudad inteligente han sido financiados con fondos de la Unión Europea, normalmente en programas que duran dos o tres años, a lo sumo. ¿Qué ocurrirá con las infraestructuras cuando estos programas acaben? ¿Están preparados los departamentos municipales para asumir su mantenimiento cuando las subvenciones terminen? ¿Se obligará Europa a re-subvencionar lo ya subvencionado para evitar su colapso?
En América y Asia, la elevada actividad económica (en buena parte inmobiliaria) está financiando los proyectos de innovación a gran escala, cuyo despliegue y operación se está financiando en buena medida mediante ingresos extraordinarios. ¿Será sostenible, por solo poner un ejemplo, la inmensa red de videovigilancia que ha instalado IBM en Río De Janeiro cuando los JJ.OO terminen y el país sufra la resaca que sobreviene a cada gran evento?
Sin embargo, no solo hay proyectos financiados con ingresos extraordinarios. También los hay que se financian en base a ahorros. Un ejemplo típico es el de las ciudades que se plantean la renovación del alumbrado público mediante tecnología LEDs gracias a la financiación privada, la cual se paga con una parte de los ahorros energéticos obtenidos para las arcas públicas. Ahora bien, estos proyectos, englobados bajo la etiqueta de “colaboración público-privada”, pueden ser vistos como una privatización en toda regla de los servicios públicos.
Empiezan a soplar fuertes vientos a favor del modelo de la Smart City que venden las grandes multinacionales, corporaciones con el músculo financiero suficiente para que unas ciudades en apuros financieros les entreguen cada vez más porciones del teatro de operaciones urbano. Ante esta situación, los alcaldes correrán el enorme riesgo de ver limitada su capacidad operativa sobre ciertos servicios y ser considerados al mismo tiempo responsables por parte del ciudadano, y ya se sabe que responsabilidad sin poder es una combinación letal para la legitimidad de cualquier gobernante.
Frente a esto, el código abierto puede venir en auxilio tanto de los alcaldes como de los ciudadanos. Si en los contratos de gestión público-privados se exigen altas cotas de transparencia (open data es un buen ejemplo), serán los propios ciudadanos, los “hackers cívicos”, los que introducirán una capa extra de vigilancia sobre la prestación de los servicios públicos “externalizados” o privatizados.
En conclusión, si las infraestructuras públicas, sean éstas redes, desarrollos software, edificios, plataformas o solares vacíos, los ponemos a disposición de la comunidad con una aproximación “open source”, será más fácil que el talento y el poder de la comunidad ayuden en su gestión y mantenimiento. Ello no solucionará por sí solo el enorme e inmediato problema de la sostenibilidad de las infraestructuras, pero ayudará a buen seguro a mitigarlo.
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