Entrevista “El Mundo” (2 de 2): hacia la ciudad de código abierto
Continuación del cuestionario para la periodista de “El Mundo” María Crespo (@tusojosabiertos), cuya primera parte puede leerse aquí.
-¿Qué es una ciudad de código abierto? ¿Todas las ciudades inteligentes lo son?
Una ciudad de código abierto debe tener instituciones cercanas y accesibles, debe resultar sencillo entender cómo funciona y cómo se participa en ella, debe poder permitir diversos grados de participación en función de los intereses o del nivel de compromiso de la gente con su ciudad, ya sea como mero usuario o receptor de un curso, como promotor de ideas, como proveedor de contenidos (cursos, talleres, aplicaciones), o involucrándose en la propia gobernanza de los espacios y, por extensión, de la ciudad. Debe tratar de acompañar a los ciudadanos, en su crecimiento personal y profesional, y a las empresas que quieran crear empleo en ella en el desarrollo de sus negocios. Una ciudad de código abierto da, de esta manera, más y mejores oportunidades a ciudadanos y empresas. Y, haciéndolo, se está dando oportunidades a sí misma.
No todas las ciudades comparten esta filosofía. Singapur o Río de Janeiro, por poner dos ejemplos, han desplegado imponentes sistemas tecnológicos enfocados hacia la movilidad, en el primer caso, y hacia la seguridad en el caso de Río. Hay que comprender que cada ciudad tenga sus prioridades.
-¿Cómo afecta a la seguridad y la privacidad de los ciudadanos que las empresas y autoridades tengan a su disposición tal cantidad de datos generados en una ciudad?
Hemos cedido durante los últimos años nuestra privacidad a cambio de funcionalidad. Tenemos prisa por obtener un billete de avión on-line y aceptamos las condiciones de uso de nuestros datos que la página nos solicita sin leerlas. ¡No queremos perder ese billete! Intuimos que eso no está bien, pero eso es todo. Si un día decidimos reclamar por el uso indebido de nuestros datos, no sabemos ni ante qué instancia hacerlo. Lo más seguro es que no esté ni en nuestro continente. Las operadoras de móviles saben dónde estamos y con quién nos relacionamos. El caso más extremo es Google, que lo sabe casi todo de todos y no oculta que ahí radica precisamente su negocio.
En esta realidad, “lo público” puede ejercer un papel de garante de nuestros derechos. Podemos decirle al ciudadano: “sus datos personales, ya sean de impuestos o de movilidad urbana, están custodiados por una institución cercana a usted, sujeta a una legislación que es también la suya, y ante la que se puede reclamar por vía administrativa o judicial si siente sus derechos vulnerados. En todo caso, siempre es posible cambiar al cabo de 4 años a los que gobiernan esa institución si cree que no son de fiar.”
-¿Podrías darme ejemplos concretos de cómo sectores o servicios de Zaragoza han mejorado su rendimiento?
Hay dos ejemplos claros: el medio ambiente y la movilidad. Gracias a la mejora de infraestructuras y, especialmente, a la concienciación ciudadana, el consumo de agua total de Zaragoza hoy es un 30% inferior al de hace 15 años, con casi 100.000 habitantes más, y tenemos un barrio, Valdespartera, con casi 10.000 viviendas sociales diseñadas para consumir menos de la mitad de la energía que las viviendas convencionales. La densidad urbana de nuestra ciudad y la apuesta por el tranvía y la bicicleta (dos avances “tecnológicos” importantes pero no necesariamente recientes), ha supuesto un importante descenso en el tráfico rodado en la ciudad, hasta el punto de que hoy Zaragoza es, según TomTom, la ciudad europea de más de 500.000 habitantes con menos atascos.
-¿Qué riesgos tienen las ciudades mal gestionadas?
Una empresa mal gestionada o poco innovadora (monopolios aparte) acabará tarde o temprano quebrando porque su competencia se llevará a sus clientes. Los ayuntamientos no tenemos el riesgo de que nos crezca otro ayuntamiento competidor al lado, pero si no gestionamos bien la ciudad daremos argumentos a quien persigue la “jibarización” de la administración local. De todas formas, en general las ciudades no están mal gestionadas, cada una busca soluciones a los problemas que tiene en base a sus capacidades y a su ser. Lo que ocurre, es que en algunos casos los problemas son gigantescos, como el tan manido colapso de Detroit, la ciudad que lo fió todo a la industria automovilística.
Todos sabemos que no es inteligente poner todos los huevos en la misma cesta, sea la cesta del automóvil, del turismo o de la construcción, e inexplicablemente se sigue haciendo. Densidad, diversidad en nuestros barrios y diversificación en la actividad económica es el mejor antídoto contra problemas de gestión futuros. Es difícil gestionar bien una ciudad mal planificada.
-¿Cómo se conjugan los espectaculares desarrollos urbanos con esta filosofía de ciudades inteligentes? ¿Hay que reducir el tamaño de las ciudades?
Si hablamos de población, reducir el tamaño o aumentarlo, desgraciadamente, no está en nuestras manos. La gente, cuando emigra de un lugar a otro, es siempre en busca de oportunidades. Si existe una brecha económica entre una ciudad y su entorno, mucha gente irá hacia ella. Si hay suficientes viviendas sociales, la gente vivirá en ellas, si no, esa misma gente vivirá en chabolas, o en favelas. Si los nuevos barrios en Brasil o en la India se construyen con viviendas unifamiliares entonces ocuparán grandes extensiones de terreno, la gente usará el coche para desplazarse y será muy caro el llevar servicios como transporte, electricidad o saneamiento. El peligro de colapso está ahí, especialmente si hay un pinchazo económico o el precio de la energía se dispara. Con centenares de millones de personas buscando nuevas oportunidades en las ciudades, el planeta se la juega en la necesidad de una planificación urbana inteligente.
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