Bring Your Own Device
El título del post podría figurar en la puerta de uno de los muchos centros de co-working que emergen en la geografía urbana. Bring Your Own Device (BYOD) es un término cada vez más utilizado en entornos empresariales y corporativos en los que el trabajador utiliza su propio teléfono, tableta e incluso ordenador dentro del ámbito laboral. Sin embargo, no se refiere a un edifcio. Nuestro título hace referencia a la ciudad.
¿Cómo interactúan los ciudadanos de una Smart City?
En un entorno habitualmente cerrado como el laboral los trabajadores se sienten más cómodos mezclando sus cuentas de correo corporativas con las cuentas de redes sociales, siendo más productivos con la mensajería instantánea, utilizando el mismo entorno para las fotos de viajes y el ocio. Esto además de suponer un riesgo (evitable) para el filtrado de información corporativa, demuestra que si se es flexible en los usos, la gente utiliza más y mejor las infraestructuras que cuando las pautas de utilización son cerradas, planificadas e impuestas desde arriba.
Una vez más el citizentrismo.
Cuando se diseña un edificio-máquina como el Pabellón del Agua Digital, se planifica su uso como fuente, como punto de entrada de una exposición universal o como hotspot wifi. Luego la gente lo usa para representar guiñoles en el barrio, como sede de una Universidad Popular pionera en la educación para adultos, como nodo físico de encuentro de comunidades tecnológicas o para celebrar reuniones de vecinos. Es lo que la reciente premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, Saskia Sasken, llama urbanismo de código abierto: accesible, comprensible y reconfigurable.
Código abierto y citizentrismo están íntimamente relacionados.
La mezcla de perfiles sociales e intereses es uno de los componentes básicos de la ciudad frente a otras agrupaciones menores. Cuanto más grande, mayor variedad. Lo mismo ocurre con la tecnología, cuanto mayor es la ciudad mayor variedad de tecnologías debemos encontrar. Las expectativas, intereses y formas de interacción han de ser tan variadas que un “ciudadano hacker” (de perfil tecnológico o social) las considerará escasas y tenderá a fabricar las suyas propias, pues quién más quien menos lleva un “maker” dentro.
Ya tenemos una terna; Do It Yourself, código abierto y citizentrismo. Si conseguimos que estos conceptos empapen de verdad el diseño de ciudad, habremos conseguido quizás lo más difícil.
Y es que la ciudadanía identifica rápidamente las nuevas oportunidades y busca a partir de ellas una solución “vertical” atravesando todas las infraestructuras “horizontales” a su disposición, ya sean físicas (redes de comunicación, sensores, datacenter, incubadoras) o lógicas (OpenData, eventos de networking, entornos de demo, etc.) Y todo esto lo harán con su propia tecnología y cada cual a su manera. Si implantamos una solución “completa, cerrada y de arriba a abajo” de Smart City tendremos dos problemas: afrontar el gasto y reciclar toda la basura tecnológica que habremos comprado. Desde la perspectiva citizentrista, por el contrario, se favorece la inteligencia ciudadana y, de regalo, se configura un entorno más atractivo para innovar, probar soluciones e implantar desarrollos externos.
El enfoque centrado en el ciudadano es mucho más atractivo, además, porque coloca a cada uno en su sitio: las instituciones en un segundo plano, la gente apropiándose de los nuevos lugares físicos y virtuales, las empresas tratando de comprender de qué va el juego y los técnicos,… los técnicos contemplando el florecer inacabable de más y más ciudadanos empoderados y echando, de post en post, algunas gotas de lirismo sobre todo esto.
Este es el punto de vista, en definitiva, que pensamos debería abrirse paso. Cojan pues un buen rotulador y vayan pintando el nuevo cartel de bienvenida a la ciudad digital: “Abierta 24×7. Bring Your Own Device.”