En el kernel de la smart city: el valor del WiFi

Hace tres años en Zaragoza implantamos una de las redes WiFi públicas más extensas. La razón que nos llevó a ello fue la creencia de que sería una herramienta de estímulo económico para la ciudad y sus habitantes, razón que sigue hoy en día vigente pero de cuya confirmación, reconocemos, no tenemos medidas empíricas concluyentes. La idea del proyecto contemplaba tres elementos fundamentales:

• La puesta en marcha de un servicio de conectividad de bajo coste, abierto, sin filtros ni límites impuestos, y accesible también para las capas de la ciudadanía en riesgo de “exclusión digital”. Apoyándonos en la tarjeta ciudadana se podía extender la base de usuarios suficiente para asegurar la autofinanciación de la red, una especie de “crowdfunding” inalámbrico. El servicio WiZi funciona ya actualmente y cuenta con más de 5.000 usuarios, 1.000 de los cuales se conectan a diario. No nos imaginábamos en el 2009 que las necesidades de ancho de banda social afectarían a un número tan grande de gente obligada a recortar de sus facturas gastos no críticos.

• Que nuestra ciudad pudiera extender la red inalámbrica universitaria a todo el espacio urbano, configurando un gran “Campus Virtual Universitario”. La posibilidad de acceder desde calles y plazas a un gran portal de contenidos científicos, aplicaciones académicas y servicios investigadores, abierto a cualquier miembro de la comunidad global universitaria de Eduroam, era muy sugerente. El proyecto es tan atractivo como complejo y, aunque todavía no está realizado, está en el buen camino.

• El tercer elemento, llamado “Zaragoza App Store” era la creación de una gran plataforma de experimentación de apps cívicas mediante un SSID específico en la red WiFi municipal. Una fase más en el ciclo de valor de los datos abiertos. La ciudad libera datos, la comunidad de desarrolladores u otros agentes reutilzadores construyen apps que crean valor social y económico, y éste llega a la ciudadanía a través de redes inalámbricas inclusivas y abiertas. Recientemente nos ha sido otorgada una subvención de 150.000 EUR de la Unión Europea, a través del programa CIP, para la puesta en marcha de esta idea, entre otras.

Es pronto para saber, como decíamos, el impacto social y económico de este proyecto en la ciudad. Algún día habrá que ponerse a ello y, más allá de impresiones y datos cualtitativos, estudiar y publicar de manera abierta medidas de impacto que sirvan como contribución y experiencia para otras ciudades que se planteen transitar caminos similares. De momento, todos nuestros esfuerzos están puestos en la materialización de las tres vertientes del proyecto.