OpenData: No quien quiere, sino quien puede
Generar OpenData es importante para las administraciones públicas, y en concreto para las ciudades, por varios motivos.
En primer lugar porque es una vía, a priori barata, para que terceros a partir de nuestra información, generen aplicaciones que presten servicios útiles para los ciudadanos. Remarco lo de útiles porque tengo la impresión de que es mucho más probable que un nuevo servicio sea efectivo cuando viene propuesto/desarrollado por el ususario final que cuando viene impuesto por el proveedor del mismo.
En segundo lugar, el OpenData abre un gran horizonte de explotación de la información, dentro de la propia administración. Publicar conjuntos de datos permite que diferentes departamentos de la ciudad, puedan analizar y combinar información de forma coherente y en tiempo real. Información que antes permanecía inaccesible por diversos motivos o cuyo acceso suponía un gran coste temporal o económico. Este punto es especialmente relevante, puesto que como es obvio, detrás de una buena gestión de la información está una buena prestación del servicio público.
Y en tercer lugar, porque el OpenData es el origen de una buena comunicación de lo que ocurre y el porqué, en la gestión de la ciudad. OpenData es transparencia. Pero permitanme que no lo enarbole esta vez como un objetivo autocontingente de la administración pública, sino más bien como un mecanismo para explicar mejor los problemas, las decisiones, y en última instancia, permitir proporcionar el nivel de información necesario para que los ciudadanos participen en la toma de decisiones.
A todas luces pues, el OpenData ineteresa a la administración. Entonces, ¿Por qué nos cuesta tanto?
Muchos claman de forma equivocada, que el origen de la sequía de OpenData de las administraciones tiene origen en el freno que pone la política a que se publique información. Sin perjuicio de que esta afirmación pueda tener sustancia en algún caso concreto, lo cierto en general es que mucha de la información que hoy maneja la administración, es pública … en papel. Y no digamos en el caso de los ayuntamientos, las administraciones con diferencia más transparentes.
No es una cuestión de oscurantismo político. En cambio, sí que tiene mucha más relevancia en esta cuestión, la deficiente informatización de mucha de la información que hoy manejamos. Generar OpenData, publicar conjuntos de datos de calidad, actualizados y en formatos adecuados, exige un esfuerzo importante. En primer lugar por parte de los técnicos propietarios de los datos, y en segundo lugar por parte de los que gestionan los sistemas de información.
Generar y publicar OpenData cuesta tiempo, trabajo y por tanto, dinero. Y este es un freno a mi juicio mucho más relevante que cualquier aproximación cerrada desde la política.
Sigo pensando que “querer” es anterior y más importante que “poder.” O más bien, que no pueden desligarse, que “poder” sin “querer” es una entelequia. Esto es particularmente acusado en la Administración, donde todo gasto y toda afectación de recursos de cierta relevancia deben estar sustanciados en una decisión ejecutiva.
En lo que estoy completamente de acuerdo en que el opendata requiere mucho trabajo y que cuesta dinero. Cuando pienso que hay un problema de voluntad, no me refiero a “manos negras” que se oponen a la publicación de información. Las hay, en algunos casos, pero estoy contigo en que no se trata de un freno generalizado.
Me refiero más bien a que para avanzar en open data, en gobierno participativo, en administración electrónica, en reorganización de las TIC, simplificación administrativa… en cualquier cosa, sin un impulso político decidido sólo se puede llegar hasta un punto. Pasado este punto, la buena voluntad no basta y como bien dices, hace falta apoyo presupuestario y organizativo.
Es una cuestión de prioridades. Bien sabemos que la coyuntura no es la más propicia, pero precisamente en estos tiempos, de incertidumbre y cambios, es cuando a veces un líder visionario coge una idea y la canaliza en un movimiento de transformación.
De acuerdo Rubén. Empuje político necesario, o al menos deseable, para comenzar cualquier proyecto transformador. El querer lo doy por descontado. Es en este caso y en muchos otros, condición necesaria
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