Caracoles y Ciudades de Código Abierto
Walter Benjamin acometió, con la paciencia del artesano, su monumental obra “El proyecto de los Pasajes” (de París) durante 13 de los años más convulsos de la historia de Europa (1927 – 1940). A través de los pasajes, hoy en desuso, Benjamin intentó entender no sólo la historia de la ciudad, sino también la modernidad. Sólo su muerte, ocurrida en la frontera franco-española en extrañas circunstancias mientras huía del terror nazi, truncó su lento y minucioso estudio de “la ciudad” por excelencia. Benjamin también recuperó el concepto de “flâneur”, el paseante que observa sin prisa la ciudad. Se diría que el gran filósofo alemán no tenía prisa ni para escribir, ni para caminar, ni siquiera para huir.
Hay fenómenos que, al ojo humano, le parecen estáticos y, sin embargo, avanzan a toda velocidad. Uno no se da cuenta del crecimiento de un rosal, pero lo podamos a un palmo del suelo en febrero y en abril está lleno de rosas. Vivimos muy deprisa y no tenemos tiempo para mirar despacio. Si lanzamos una fugaz mirada al caracol que hemos echado al fondo de la bolsa no lo vemos avanzar, pero bastará que nos despistemos durante un momento para que el mismo caracol escape de nuestra trampa.
Las ciudades cambian a la velocidad del rosal que florece o del caracol que escapa, y los proyectos urbanos también. El pasado viernes 5 de Mayo fui invitado a compartir nuestro proyecto de “Etopia. Centro de Arte y Tecnología” en la sesión de la red REDEL, en una mesa en la que también se contaron otros dos proyectos-rosal: el Festival Asalto y la Harinera de San José. Hablemos primero de Etopia. Donde en 1995 se asentaba un depósito de detritus químicos surgió en 2003 una estacion de tren de alta velocidad, en 2008 un Paseo del Agua, en 2010 una incubadora de empresas, y en 2013 un Centro de Arte y Tecnología. 500 empleos de alta cualificación y 5.000 chavales formados en las tecnologías del futuro después, Etopia mira al futuro con el optimismo del caracol que está a punto de escapar de la trampa de la crisis. Despacio, con un presupuesto de mínimos, Etopia produce nuevos servicios públicos, conectando ideas, talento y capital mediante espacios como el CIEM o La Terminal y programas como 100ideasZGZ, CrowdfundingZGZ o los César Labs.
En el encuentro REDEL, compartimos tanto líneas de trabajo como inquietudes. Entre las primeras, el empoderamiento tecnológico de nuestros chavales que suponen las colonias Etopia Kids y que tratan de forjar el siguiente cambio cultural: el tránsito del rol de consumidores y usuarios de servicios tecnológicos a productores e inventores de tecnología. O el Open Urban Lab, como conector entre ciudadanía, empresas y administración en el ámbito de la innovación. Entre las inquietudes, la limitada capacidad de los ayuntamientos para extraer el potencial que el Big Data urbano posee para crear valor en la ciudad. O la lentitud de nuestros proyectos caracol comparados con la vertiginosa velocidad a la que se mueven los gigantes de Silicon Valley (AirBnB, Google, Amazon, Uber) que modelan aspectos esenciales de nuestras ciudades como el mercado residencial, la tecnología, el pequeño comercio o la movilidad.
La Harinera de San José es un proyecto de barrio. Un edificio que, durante años, al “flàneur” le parecía congelado en el tiempo, con sus muros grises y ventanales ciegos eternamente esperando una rehabilitación que nunca llegaba. Como el barrio de San José, un barrio de clase obrera, mi barrio de infancia. Hasta que un día La Harinera floreció y se llenó de actividad, impulsado por el área de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza y por ciudadanos implicados a título individual en su gestión y programación. A través de la Harinera, el colectivo “Llámalo H” pone lo mejor de si mismos al servicio del barrio, de la ciudad y de sus gentes.
El Festival Asalto nació como algo efímero, pasajero, un reencuentro del urbanita hipster con su ciudad tras el verano, entre los muros y callejas del maltrecho y entrañable Casco Viejo. Una rosa que florece tardía para volver a decaer. Pero a fuerza de repetir, septiembre tras septiembre, esta especie de vuelta al cole del arte urbano, Asalto ha dejado huella. Hoy el mapa del legado del Festival Asalto se extiende por varios barrios y crece, sin casi darnos cuenta, año tras año. Las intervenciones de Asalto no sólo echan árnica en forma de murales en las heridas urbanas, no sólo convierten los no-lugares en lugares, sino que, cada vez más, suponen una conexión, por la vía del Arte, entre la ciudad y la creatividad de sus gentes.
¿Qué une a Etopia con Harinera y con Asalto? La idea de que la ciudad, ya sea en su vertiente más tecnológica, cultural o de espacio público, sale ganando cuando a la ciudadanía se le proporciona herramientas y plataformas “reales” para proponer, programar y crear. Los tres proyectos buscan una participación constructiva más que deliberativa. Aprendemos y nos empoderamos mientras “hacemos”, y la huella de lo que hacemos es visible en la ciudad, ya sea en la forma de un nuevo sistema de aparcabicis o de un mural en un solar vacío. Cuando hablamos de la ciudad como plataforma de innovación y de creatividad hablamos de ésto. Cuando hablamos de “ciudades de código abierto”, también.
Hoy, cuando el fantasma de la ultraderecha deambula de nuevo por las afueras de las ciudades, si un Walter Benjamin cualquiera tratara de explicar nuestra época posando los ojos sobre nuestros pasajes vería en su abandono los efectos de un cambio de época. Una época que, probablemente, no podría comprender sin pasear la mirada sobre los muros grafiteados de Asalto, sobre la co-gestión de espacios como Harinera, o sobre la fachada digital de Etopia. Vería en ellos una ciudad en pleno proceso de reinvención.
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