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Las ciudades: los viejos socios de una futura ampliación de la UE

Este post surge como preparación de nuestra intervención el 5 de Junio de 2013 en las jornadas sobre “el alejamiento entre Europa y la ciudadanía” organizadas por el Ayuntamiento de París y la Maison de L’Europe y cuyo vídeo puede verse aquí.

Redes, Transparencia y Open Data

Redirigir a través de twitter a los manifestantes del 15M hacia las zonas WiFi públicas con capacidad sobrante, recoger el guante de las peticiones de open data que se hacen a la institución a través de los cauces no oficiales o diseñar servicios de datos abiertos en reuniones presenciales con la comunidad de desarrolladores son ejemplos del tipo de interacción ligada al lugar que se da entre ciudad y ciudadanos en el ámbito tecnológico. Interacciones que humanizan a la institución ante la ciudadanía y que nos enriquecen a todos.

La ciudad ha aprobado recientemente una ordenanza que obliga a las nuevas contratas municipales a liberar sus datos y que establece el silencio administrativo positivo. La transparencia puede generar tensiones internas a corto plazo, pero es este abandono de nuestra “zona de confort” lo que constituye la única oportunidad para que las instituciones nos acerquemos a la altura de la ciudadanía.

Las ciudades: crisis y dinamismo en la era digital

Las ciudades están en el centro de la crisis. Ven cómo sus ingresos fiscales se desploman y cómo sus distritos se empobrecen como resultado de la caída de actividad microeconómica. Al mismo tiempo, deben afrontar más servicios de atención social y mantener los servicios del día a día: transporte, limpieza, alumbrado…

Las ciudades no son, pues, el foco de los problemas sino el lugar donde estos se manifiestan más claramente. Son los lugares cuyo dinamismo y potencial ofrece más oportunidades para salir de esta situación. La acumulación de talento, de actividad económica y de ideas nos señalan los caminos de salida de esta crisis.

Dentro de estos caminos de salida situamos el fenómeno de las “Ciudades inteligentes”. Zaragoza ha adoptado una visión de “Ciudad inteligente” “amplia” y que sitúa al ciudadano en el centro de la acción pública. Es amplia porque no se limita a la gestión de infraestructuras por medios tecnológicos, sino que fomenta el empoderamiento ciudadano a través de tres líneas: educación, emprendimiento y participación. Promovemos una ciudadanía mejor formada, con espíritu emprendedor y con capacidad de ejercer su conciencia cívica. A través de estos factores, la ciudad pretende darse a sí misma una nueva oportunidad.

¿Es posible revertir el alejamiento entre Europa y los ciudadanos?

Los que tratamos con proyectos europeos de innovación sabemos lo difícil que resulta comprender cómo funcionan las ayudas europeas. Nos imaginamos que este problema se dará en otros campos. Por ello, en Bruselas ha florecido un sector de intermediarios que hacen inteligible el marasmo de programas. Hay margen para la mejora en eficiencia a través de la transparencia.

Por otra parte, las ayudas europeas se vehiculan a través de las regiones y los estados, quienes los transfieren a su vez a empresas, generalmente consolidadas y de un tamaño respetable. Sin embargo, en las ciudades están surgiendo verdaderos ecosistemas innovadores formados por pequeños emprendedores digitales: tecnólogos, programadores, start-ups… Las ciudades se están poblando de centros de co-working, incubadoras y aceleradoras, minas y fuentes de creatividad. Si Europa cuenta con las ciudades para conformar y ejecutar las políticas de innovación, éstas llegarán mejor a los nuevos silos de talento.

Sin dejar de contar con estados y regiones, proponemos una ampliación de la Unión hacia las ciudades. Unos nuevos-viejos socios que ofrecen pocas dificultades de encaje, pues han sido parte de Europa desde siempre, y sí una importante ventaja, y es que la legitimidad de las instituciones europeas ante la ciudadanía se verá reforzada si sus interlocutores les transmiten las inquietudes de ésta. Y en sentido contrario, la ciudadanía, que en su mayor parte no conoció en primera persona los desastres del siglo XX que llevaron a concebir el gran edificio europeo, escuchará una historia de Europa humanizada y renovada, con pleno sentido actual. Aprendiendo de la sensibilidad y transparencia de las “ciudades inteligentes” en sentido amplio, quizás las instituciones europeas también puedan darse a sí mismas una nueva oportunidad.

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